lunes, 14 de noviembre de 2011

LOLA

A las 6:30 a.m. sonó el despertador, como todas las mañanas. Lola, con sus catorce años y una pesada mochila de problemas en su espalda, lo apagaba y luego abría sus ojos marrones. Las pestañas aún pegoteadas por el rimel de la noche anterior, y el delineado bastante corrido como para multiplicar sus ojeras por diez. Puedo sentarse en la cama, bostezar, y ver a atravéz de las cortinas un día bastante nublado, imaginó instantáneamente que ese día llovería.
Finalmente y con pocas ganas, se despegó de la cama, tomó una pollera del placard, una remera bastante gastada, un par de zapatillas, un bolso... se dirigió al baño, arregló su cara y su cabello, cepilló sus dientes y salió hacia el colegio. Caminó un par de cuadras bajo la sombra de unos grandes árboles, simplemente esperando que ese día fuera distinto.
A pesar de sus expectativas, el día fue similar al resto, nada fuera de lo normal había sucedido. Al salir del colegio, uno de sus amigos, o quizás un poquito más que un amigo, Marcos, la invitó a ir un rato a un "bosquecito" que se encontraba a unas cuadras del colegio Normal, al que Lola asistía hacía tan solo unos meses. Aceptó la invitación esperando un cambio repentino en su día.
Caminaron en silencio las siguientes cuadras, ambos necesitaba respirar un poco de aire, ambos sabían que solo necesitaban compañía y silencio. Ella libre de quejas, sin un oído donde poder hablar, él siempre solo, sin un hombre donde asentar su cabeza por tan solo cinco minutos. Quizás esa misma soledad era la que hacía que ambos necesitaran la compañía del otro.
Llegaron, y se sentaron en el pasto, prendieron un cigarrillo que fumaron a medias, y Marcos sin muchas vueltas sacó una navaja y en pocas palabras le dijo a Lola que quería morir en ese mismo instante, porque estaba siendo feliz, y quería morir en compañía de alguien, ella no omitió sonido pero con una leve sonrisa asintió pensar igual que el. Del bolso, ella sacó una navaja que parecía bastante afilada. El uno al otro cortaron la yugular y sonrieron al respirar la última gota de oxígeno que ingresaba por sus narices y se expandía por todo su cuerpo antes de morir.

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